A pesar de vivir en España, sigo un horario centroeuropeo. Llevo una rutina que me permite iniciar las tareas mucho antes de que amanezca, sin que nadie me distraiga. Solo hay una excepción: mi beagle Garret. Pero mi perro ya no abre temprano la puerta de la habitación para darme sus “buenos días”. Tampoco me hace su ritual característico para pedirme algo, ya sea para comer, salir fuera, o sencillamente para que me ponga con otra cosa. Y es que su razonamiento siempre ha sido: “cuanto antes coma mi dueño, antes lo haré yo”. ¡¡Eso sí que es toda una filosofía perruna!!
De ésta también sale
El pasado 21 de Octubre, Garret rechazó su cena. Al día siguiente apenas probó bocado. ¿Un beagle que no tiene apetito? Rápidamente saltaron todas las alarmas. La visita al veterinario concluyó con un análisis clínico que mostraba valores hepáticos por encima de 300, cuando lo normal era entre 50-80. Una persona con esa enfermedad hepática no duraría mucho tiempo. Pero había una buena noticia: en los perros es distinto, un hígado así se puede regenerar. Garret ya superó un atasco intestinal, lo mismo hizo con su próstata enferma, un otohematoma canino… Al final llegué al convencimiento de que mi perro ”también saldría de ésta”.
Haces por tu perro cualquier cosa
El veterinario le había prohibido la proteína de origen animal. Por eso en los días siguientes la máxima preocupación en casa fue preparar comida apropiada para Garret. Si un día comía arroz con zanahorias, al día siguiente lo rechazaba. Probé suerte con unas dietas para perros con deficiencia hepática, compradas en internet.
Me di cuenta que la barrera mental que podría impedirme hacer determinadas cosas, desaparecía. No dudé en pringarme las manos para cortar y cocinar grasa de pollo, porque había leído que haría más apetitoso el arroz cocido. Las noches eran muy largas, porque me las pasaba pendiente de Garret. No había duda:
Por tu perro, por tu mejor amigo, eres capaz de hacer lo que sea.
Cada intento por hacer que Garret comiera, era una batalla perdida. El muro que teníamos que escalar se hacía enorme, parecía insalvable. Me sentía impotente, y dolorido moralmente. Por eso celebrábamos por todo lo alto cuando aceptaba trozos de manzana, zanahoria cruda, e incluso pimiento verde!! Sí, mi perro tenía carácter hasta para eso.
Una dura decisión
La mañana del sábado 10 de noviembre el estado de mi querido Garret había empeorado bastante. Prefiero no entrar en detalles, solo diré que delante de mí tenía un animal que se tenía en pié gracias a los calmantes.
Muy temprano llamamos al teléfono veterinario de urgencias. En el trayecto a la clínica (a pocos metros de casa), tuve que tomarlo en brazos, porque hacía gestos de que ya no podía más. Pegado a mi pecho, Garret aún tenía dignidad para ir con la cabeza erguida.
En la clínica pude comprobar que el instinto de supervivencia es más fuerte que el estado físico más decadente. Garret se negaba a entrar en la sala donde otras veces le habían atendido. Yo me agaché y lo rodeé con mis brazos, al tiempo que él buscaba protección entre mis piernas. Así estuvo hasta que le pincharon un tranquilizante en el muslo izquierdo. La confianza que el perro adquiere con su dueño fue traicionada cuando estampé mi firma en un papel.
Las patas traseras de Garret aflojaron, entonces le subí a la mesa. Ahí arriba fue quedándose dormido, mientras le acariciaba y decía cosas al oído. Le tomaron una vía para ponerle la anestesia, y pocos minutos más tarde la última inyección. A las 10:37 horas de ese frío 10 de noviembre, el corazón de mi querido amigo dejó de latir. Una hora más tarde, su cuerpo fue incinerado.
A Garret se le practicó la eutanasia porque días atrás el veterinario nos había confirmado que tenía metástasis. La enfermedad estaba muy extendida por su cuerpo, no había solución. Queríamos evitarle más sufrimiento, porque cada día la dosis de calmante tenía que ser mayor. Apenas comía, y lo más importante: nos aterraba la idea de que muriera en alguno de esos momentos en los que estaba solo en casa. Preferimos darle una muerte digna y dulce, y estuvo acompañado por mí en todo momento.
Descubriendo el vínculo
Quien siga más o menos este blog sabrá que ya he publicado artículos con dueños apenados por la muerte de su beagle. Cada vez que ocurría, me recordaba que algún día me tocaría a mí pasar por esa experiencia. Sinceramente, está siendo bastante peor de lo que me había imaginado. Cuando pierdes algo, cuando ya no lo tienes, es cuando empiezas a entender su valor.
Los días previos fueron los más dolorosos, porque había que programar una despedida inevitable. Es algo que intentas aplazar lo máximo posible, al tiempo que ves cómo tu perro se consume y sufre.
Tras su pérdida, poco a poco he ido descubriendo mi vínculo con Garret. Como ya he señalado más arriba, mi perro sabía cosas de mí que yo mismo desconocía. Su capacidad para controlar el paso del tiempo, y advertir los estados de ánimo ajenos, eran realmente sorprendentes.
Es una grata experiencia criar y educar a un beagle, pero también estos orejudos te enseñan cosas. Incluso cuando ya se han ido, sientes que has aprendido una lección más de la vida.
Desconocía que mi vínculo con Garret fuera de tal magnitud. Su presencia es profunda y duradera, y de alguna manera se quedó dentro de mí.
Me encanta tu página. Me imagino tu gran vacío. Lo he experimentado y se sufre demasiado. Un fuerte brazo desde Argentina. Ahora yo, mamá de Kika una beagle gorda de casi 9 meses.
Muchas gracias Carolina. Se hace menos doloroso porque en casa tenemos a Gala, la hija de Garret.
No sé, siento tanta tristeza que ni siquiera puedo pensar en que escribir. Sólo que comprendo el sentimiento de amor y de vacío, porque yo también lo he vivido con mis peludos cuando han estado conmigo (amor) y cuando se han ido (vacío), y sólo cuando el tiempo ha pasado me he podido recuperar de la pérdida. Espero que usted se recupere pronto de este duro momento y Dios lo bendiga siempre.
Muchas gracias Ivonne por tu empatía.
Hola Adfer, siento mucho la partida de Garret. Me siento muy identificada con tu historia. Nosotros hace 10 días perdimos a Mozart de una forma similar. Estamos muy tristes por su partida. Mozart vivió 8 años con nosotros, y todo ese tiempo nos hizo muy feliz. Parece mentira que 15 dias antes de que enfermara estabamos festejándole su cumpleaños con una fiestita y pastel. Hicimos todo lo posible para salvarlo. Extrañamos horrores a nuestro hijo de 4 patas.
Gracias Marina. Siento de corazón lo de tu Mozart. Garret también había cumplido años 5 días antes. Ya han pasado cuatro meses, y no hay día que no lo eche de menos. Sí que es duro…
Creo que pronto vamos a tener que tomar una decisión parecida. No me encuentro con fuerzas para hacerlo. NO QUIERO QUE MI PERRA MUERA. No estoy preparado para hacerlo, no quiero matar a mi perra, cómo matar a un miembro de mi familia???. Cualquier muestra de apoyo será muy necesaria y bien recibida
José María, sí que es difícil. En el post he señalado algunas fases de este duro proceso, pero si me paro a pensar en los detalles… Esa experiencia, ahora que ya han pasado más de 2 meses, te puedo decir que fue más dura en la etapa previa, que cuando la tuve que superar. El día que decidimos que Garret ya no iba a sufrir más, simplemente actuamos. La clínica veterinaria ya estaba avisada, y algo parecido se hizo con la incineradora.
Cuando mi perro dio síntomas de su enfermedad, fue una etapa realmente difícil de aceptar. No comía, estaba cada día peor… Hasta que te dicen que no tiene solución. Entonces decides que la mejor opción es evitarle una muerte en soledad, y dolorosa.
Los días van pasando, aún puedes estar con tu perro en casa, acariciarlo, hasta que te das cuenta que la balanza se ha inclinado hacia un lado, y que la vida de tu perro ya no es vida. Es entonces cuando te armas de valor, y te despides de él. Un abrazo.
Lo siento mucho!
Gracias Fernando.
Adfer
Agradecida contigo por fundar esta pagina, en donde hemos podido compartir nuestras experiencias con nuestros orejudos amigos, los cuales se vuelven parte indispensable de nuestra familia. Es por eso que cuesta tanto dejarlos ir. Mi Bownser tiene ya 11 años, y aunque rechazo la idea de la despedida, veo su carita llenarse de canas y agradezco cada día que está conmigo .
Fuerza Adfer, tu Garret y tú han sido afortunados de encontrarse.
Muy afortunados, sí que es verdad. Gracias por tus palabras.
No pude contener mis lágrimas a leer tu historia y la partida de Garret, tengo dos hermosos Beagles: Manolo y Quilichao, los amo y son mi mejor compañía, se que este momento llegará, pero no quiero pensar en ello. Siento mucho lo de tu Garret, sus recuerdos permaneciran por siempre en tu corazón.
Es bastante duro Diana, y más por la rapidez con la que ocurrió todo. Gracias por tus palabras.
Que terrible. No puedo ni pensar en ese momento. Un gran abrazo.
La verdad que sí, todo fue muy rápido. Saludos.
Lo siento mucho Adfer!
La vida de los perros es extremadamente corta y nos deja hechos polvo. Pero te dejan tantos recuerdos!!
Nosotros perdimos hace un año a Yoko, la beagle que adoptamos ya adulta y por la que comencé a leer tu página, de la que aprendí muchísimo.
Tenía un cancer del que la operamos dos veces y a la tercera recaída ya era muy mayor y no se podía hacer nada más. La acompañamos en su despedida con dolor y cariño, por los nueve años que compartimos nuestra vida y ella se comportó como la guerrera que era…
Nos ha gustado tanto la raza que ahora tenemos una beagle-harrier de un año que es muy especial y se llama Marxa!
Un abrazo y ánimo!
Muchas gracias Victoria. Estoy muy apenado por la pérdida de mi Garret. Fueron 15 años de compañía que dejaron una huella muy grande en mi vida. Pero sigo hacia adelante, y me aplico a mí mismo la «filosofía» de mi perro: no parar y hacer. 🙂